martes, 9 de enero de 2018

JOSUE

¿RECUERDA ese juego de la infancia llamado «sigue al líder»? La idea era copiar las payasadas de la persona al frente de uno en la línea de niños que iban dando vueltas por el vecindario. Ser uno de los «seguidores» era bueno, pero ser el «líder» era lo más divertido, ya que a este le tocaba crear mímicas y marchas imaginativas para que los demás lo imitaran.

En la vida real, los grandes líderes son una rareza. Muchas veces hay personas elegidas o señaladas para ocupar posiciones de liderazgo, pero después titubean o dejan de actuar con decisión. Otros abusan de su poder para satisfacer el ego, aplastando a sus súbditos y despilfarrando recursos. Pero sin líderes fieles, éticos y eficaces, la gente vaga.

Israel viajó cuarenta años por rutas sinuosas en el desierto, pero no porque seguían al líder. Todo lo contrario. Con una fe decadente, se negaron a obedecer a Dios y conquistar a Canaán. Por eso vagaban. Finalmente, la nueva generación estaba lista para cruzar el Jordán y poseer la tierra. A Josué, quien se distinguía como hombre de fe y valor (él y Caleb fueron los dos espías que presentaron un informe positivo, según se narra en Números 13.30-14.9), lo escogieron como sucesor de Moisés. Este libro relata el final de la marcha del pueblo de Dios y su conquista de la tierra prometida bajo el liderazgo de Josué.

Josué fue un brillante líder militar con una gran influencia espiritual. Sin embargo, la clave de sus triunfos era su sumisión a Dios. Cuando Dios hablaba, Josué escuchaba y obedecía. La obediencia de Josué sirvió de modelo a Israel. Por lo tanto, el pueblo fue fiel a Dios durante la vida de Josué.

El libro de Josué se divide en dos partes principales. La primera narra los hechos relacionados con la conquista de Canaán. Después de cruzar el Jordán en seco, los israelitas acamparon cerca de la gran ciudad de Jericó. Dios mandó al pueblo que la conquistaran mediante trece marchas alrededor de la ciudad, al cabo de las cuales tocarían las bocinas y gritarían. Debido a que siguieron esta singular estrategia de Dios, ganaron (capítulo 6). Después de la destrucción de Jericó, comenzaron a atacar al pequeño pueblo de Hai. Su primer ataque fracasó debido al pecado de uno de los israelitas (Acán; capítulo 7). Después que los hombres de Israel apedrearon a Acán y a su familia, quitando el pecado de en medio de la comunidad, los israelitas conquistaron a Hai (capítulo 8). En la siguiente batalla contra los amorreos, Dios hizo que aun el sol se detuviera para ayudar a los israelitas en su victoria (capítulo 10). Finalmente, después de derrotar a otros grupos de cananeos dirigidos por Jabín y sus aliados (capítulo 11), poseyeron la mayor parte de la tierra.

La segunda parte del libro de Josué narra la distribución y el establecimiento del pueblo en el territorio conquistado (capítulos 13-22). El libro concluye con el discurso final de Josué y su muerte (capítulos 23, 24).

Josué se comprometió a una obediencia total a Dios y este libro habla de la obediencia. Sea que conquistaran enemigos o poblaran la tierra, el pueblo de Dios tenía que hacerlo como Dios mandaba. En su mensaje final al pueblo, Josué enfatizó la importancia de la obediencia a Dios. «Guardad, pues, con diligencia, vuestras almas, para que améis a Jehová vuestro Dios» (Hab_23:11), y «escogeos hoy a quién sirváis[...] pero yo y mi casa serviremos a Jehová» (Hab_24:15). Lea el libro de Josué y hágase hoy un nuevo propósito de obedecer a Dios. Decida seguirlo a dondequiera que le lleve y a cualquier costo. 

JUECES

EN ESTOS DÍAS es difícil encontrar verdaderos héroes. Modernas investigaciones y los medios de comunicación han hecho notorias las manías y las debilidades de nuestros líderes; buscamos en vano a hombres y mujeres a los cuales imitar. Las industrias de la música, del cine y de los deportes producen un determinado desfile de «estrellas» quienes se disparan hasta la cima y luego rápidamente se desvanecen.

Jueces es un libro sobre héroes: doce hombres y mujeres que liberaron a Israel de sus opresores. Estos jueces no eran perfectos; es más, hubo entre ellos un asesino, un hombre sexualmente promiscuo, y una persona que quebrantó todas las leyes de la hospitalidad. Pero estaban sujetos a Dios y él los utilizó.

Jueces es además un libro acerca del pecado y de sus consecuencias. Como una pequeña cortada o un rasguño se infecta si no se le trata, el pecado crece y pronto envenena todo el cuerpo. El libro de Josué termina con la nación asumiendo una posición ante Dios, lista para experimentar todas las bendiciones de la tierra prometida. Sin embargo, después de establecerse en Canaán, los israelitas perdieron su compromiso espiritual y su motivación. Cuando murieron Josué y los ancianos, la nación experimentó un vacío de liderazgo, dejándolos sin un fuerte gobierno central. En lugar de disfrutar la libertad y la prosperidad en la tierra prometida, Israel entró en la era oscura de su historia.

Para decirlo de una manera simple, la razón de esta rápida decadencia fue el pecado: individual y colectivo. El primer paso de alejamiento de Dios fue la obediencia incompleta (1.11-2.5); los israelitas se negaron a eliminar completamente de la tierra al enemigo. Esto los llevó a contraer matrimonios mixtos y a la idolatría (2.6-3.7), y cada uno hacía «lo que bien le parecía» (17.6). Dentro de poco los israelitas estuvieron cautivos. En la desesperación, imploraron a Dios para que los rescatara. Cumpliendo su promesa y gracias a su gran amor, Dios levantaría un juez que liberaría a su pueblo y, por un tiempo, habría paz. Luego la complacencia y la desobediencia se establecerían de nuevo, y el círculo volvería a comenzar.

El libro de Jueces abarca un período de más de 325 años, registrando seis períodos sucesivos de opresión y liberación, y las carreras de doce libertadores. Sus captores incluían a los pueblos de Mesopotamia, los moabitas, los filisteos, cananeos, madianitas y amonitas. Una variedad de libertadores, desde Otoniel hasta Sansón, fueron utilizados por Dios para guiar a su pueblo hacia la libertad y la verdadera adoración. La liberación de Dios por medio de los jueces es una demostración poderosa de su amor y misericordia hacia su pueblo.


Mientras lee el libro de los Jueces, observe bien a estos héroes de la historia judía. Tome nota de su dependencia de Dios y la obediencia a sus mandamientos. Observe la repetida caída en espiral de Israel en el pecado, rehusando aprender de la historia y viviendo solo por el momento. Pero más que todo, admire la misericordia de Dios cuando libera a su pueblo una y otra vez.

RUT

Cuando alguien dice: «déjame que te cuente de mi suegra», esperamos alguna declaración negativa o una anécdota humorística, porque el caricaturizar a la suegra casi siempre ha sido como objeto de burlas o chistes. El libro de Rut, sin embargo, cuenta una historia diferente. Rut amaba a su suegra, Noemí. Después que enviudó, pidió a Noemí seguirla a dondequiera que fuera, aunque eso significara abandonar su tierra. Con palabras que brotan del corazón, Rut dijo: «tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios» (Jdg_1:16). Noemí estuvo de acuerdo y rut viajó con ella a belén.

No se dice mucho acerca de Noemí excepto que amaba a Rut y velaba por ella. Es obvio que la vida de Noemí testificaba con poder acerca de la realidad de Dios. A Rut le atrajo ella y el Dios que adoraba. En los meses y años subsiguientes, Dios guió a esta joven viuda moabita a un hombre llamado Booz, con el que finalmente se casó. Como resultado, llegó a ser la bisabuela de David y ancestro del linaje del Mesías. ¡Qué profundo impacto tuvo la vida de Noemí!

El libro de Rut es además la historia de la gracia de Dios en medio de circunstancias difíciles. La historia se desarrolla durante la época de los jueces, un tiempo marcado por la desobediencia, la idolatría y la violencia. Aun en tiempo de crisis y de profunda desesperación, hay quienes siguen a Dios y mediante ellos trabaja. No importa cuán desalentador y antagónico parezca el mundo, siempre hay gente que sigue a Dios. Y para lograr sus propósitos, él usará a cualquiera que esté listo. Rut era una moabita y Booz era descendiente de Rahab, una prostituta de Jericó. Sin embargo, su descendencia continuó la línea familiar a través de la cual vino el Mesías al mundo.


Lea este libro y anímese. Dios está trabajando en el mundo y él quiere usarlo. Dios puede usarlo de la misma forma que usó a Noemí para llevar su familia o sus amigos a él.

1RA. SAMUEL

«CORREDORES a sus marcas», grita el encargado de dar la orden de partida y la multitud vuelca su silenciosa atención en los atletas que caminan hacia la línea. «Listos»... ahora en posición, músculos tensos, esperando nerviosamente al sonido de la pistola. ¡Resuena! Y se inicia la carrera. En cualquier certamen, el comienzo es importante, pero el final lo es aún más. A menudo el corredor que va al frente perderá fuerza y se quedará rezagado. Y ahí tenemos la tragedia del abridor brillante que mantiene el paso por un tiempo, pero que ni siquiera llega al final. Renuncia a la carrera, destruido, exhausto o herido.

Primero de Samuel es un libro de grandes comienzos... y finales trágicos. Comienza con el sumo sacerdocio de Elí durante el tiempo de los jueces. Como líder religioso, Elí sin duda debió haber comenzado su vida en estrecha relación con Dios. En su diálogo con Ana y en la preparación de su hijo Samuel, Elí demostró un claro entendimiento de los propósitos y el llamamiento de Dios (capítulos 1, 3). Pero su vida terminó en la ignominia cuando Dios juzgó a sus sacrílegos hijos y el arca sagrada del pacto cayó en manos enemigas (capítulo 4). La muerte de Elí marcó la decadencia de la influencia del sacerdocio y el surgimiento de los profetas en Israel.

Ana dedicó a su hijo Samuel al servicio de Dios. Llegó a ser uno de los más grandes profetas de Israel. Era un hombre de oración que terminó la obra de los jueces, comenzó la escuela de los profetas y ungió a los primeros reyes de Israel. Pero incluso Samuel no era inmune a terminar mal. Como la familia de Elí, los hijos de Samuel se apartaron de Dios; aceptaban sobornos y pervertían la justicia. El pueblo rechazó el liderazgo de los jueces y sacerdotes y clamaron por un rey «como tienen todas las naciones» (8.5).

Saúl también tuvo una buena arrancada. De porte impresionante, este hombre guapo (9.2) y humilde (9.21; 10.22) fue el elegido de Dios para que fuera el primer rey de Israel (10.24). El comienzo de su reinado estuvo marcado por liderazgo (capítulo 11) y valentía (14.46-48). Pero desobedeció a Dios (capítulo 15), se volvió celoso y paranoico (capítulos 18, 19) y finalmente Dios le quitó su reino (capítulo 16). La vida de Saúl continuó en marcada decadencia. Obsesionado con matar a David (capítulo 20-30), consultó a una médium (capítulo 28) y por último se suicidó (capítulo 31).

En medio de los sucesos de la vida de Saúl, aparece otro gran corredor: David. Un hombre que seguía a Dios (13.14; 16.7), David ministró a Saúl (capítulo 16), mató a Goliat (capítulo 17) y se convirtió en un gran guerrero. Sin embargo, debemos esperar hasta el libro de 2 Samuel para ver cómo terminó su carrera.

A medida que lea el primer libro de Samuel, observe la transición de la teocracia a la monarquía, regocíjese con las historias inmortales de David y Goliat, David y Jonatán, David y Abigail, y observe el surgimiento de la influencia de los profetas. Pero en medio de la lectura de todas estas historias y aventuras, propóngase correr su carrera de principio a fin como una persona de Dios.

2DA. SAMUEL

LA NIÑA entra al cuarto con un vestido largo y de muchos vuelos que se arrastra bastante por detrás de sus zapatos de tacones altos. El sombrero de ala ancha descansa precariamente sobre su cabeza, un poco inclinado hacia la derecha, y el largo collar se balancea como un péndulo mientras camina. Siguiéndola de cerca está el «hombre». Sus uñas apenas se asoman por las mangas del saco, que ya han sido arremangadas unos quince centímetros. Arrastrando sus pies en botas que duplican su tamaño, da pasos inseguros que contrastan con su sonrisa confiada. Niños jugando, disfrazándose. Ellos copian a mamá y papá, a quienes han visto vestir y caminar. Modelos... todos los tenemos... gente a la que imitamos, personas que son nuestros ideales. Tal vez, de manera inconsciente copiamos sus acciones y adoptamos sus ideas.

Entre todos los modelos bíblicos de personas mencionadas en la Biblia, probablemente no hay nadie que se destaque más que el rey David. Nacido entre Abraham y Jesús, llega a ser el líder de Dios para todo Israel y el antecesor del Mesías. David es un varón conforme al corazón de Dios (1Sa_13:14). ¿Cuáles eran las cualidades personales que poseía David que agradaron a Dios?

El segundo libro de Samuel nos narra la historia de David. En la medida que lea, usted se llenará de entusiasmo cuando es coronado rey de Judá, y más tarde rey sobre todo Israel (1Sa_5:1-5). Adorará a Dios cuando traiga el arca del pacto de regreso al tabernáculo (1Sa_6:1-23) y se regocijará cuando guíe sus ejércitos a la victoria sobre todos sus enemigos, y complete así la conquista de la tierra prometida comenzada por Josué (8-10). David fue un hombre que realizó grandes obras.

Pero David era humano, y tuvo momentos oscuros cuando tropezó, y cayó en el pecado. El registro de lujuria, adulterio y asesinato no es fácil de leer (11-13), y nos revela que hasta los grandes personajes que trataron de seguir a Dios son susceptibles a la tentación y al pecado.

La santidad no garantiza una vida fácil y despreocupada. David tuvo problemas familiares, su propio hijo incitó a la nación entera a la rebelión, y se coronó a sí mismo rey (14.1-18.33). Además la grandeza puede traer consigo la soberbia, como lo vemos en el pecado de David cuando mandó realizar un censo para poder vanagloriarse del poder de su nación (24.1-25). Pero la historia de este héroe caído no termina en tragedia. Por medio del arrepentimiento, fueron restauradas su relación y paz con Dios, pero tuvo que enfrentarse a las consecuencias de los pecados que cometió (12-20). Estas consecuencias se quedaron con él durante el resto de su vida como recordatorio de sus actos pecaminosos, y de su necesidad de Dios.


Cuando lea 2 Samuel, busque las características divinas de David: su fidelidad, paciencia, valor, generosidad, compromiso, honestidad, así como otras características que honran a Dios como la modestia y el arrepentimiento. Podemos aprender grandes lecciones a través de sus pecados y de su arrepentimiento. Usted, como David, puede llegar a ser una persona conforme al mismo corazón de Dios.

1RA. REYES

«¡NO ME IMPORTA lo que diga la gente, voy a hacerlo!» le grita a su madre mientras sale de la casa como un torbellino.

Esta es una escena familiar de nuestra sociedad. Las palabras cambian, pero el mensaje esencial es el mismo... la persona no está dispuesta a escuchar el consejo debido a que su mente no lo está. Pueden buscarse algunos consejos, pero sólo se les presta atención si refuerzan la decisión que ya se ha tomado antes o si es un camino más fácil. El rechazar la ayuda y el hacer las cosas a nuestro modo es propio de la naturaleza humana.

Un enfoque mucho más sabio es buscar, escuchar y prestar atención a los buenos consejos. Salomón, el hombre más sabio del mundo, nos invita a hacer esto en Proverbios (véanse 11.14; 15.22; 24.6). ¡Qué ironía! su hijo y sucesor Roboam, hace todo lo contrario: escucha los consejos necios que resultan en consecuencias devastadoras. Cuando Roboam tomó posesión de su cargo, el pueblo le pidió que fuera un gobernante generoso y bueno. Los ancianos le aconsejaron: «Si tú fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres, y respondiéndoles buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre» (12.7). Pero Roboam estuvo de acuerdo con las palabras crueles de sus amigos que lo incitaron a ser duro. Como consecuencia de ello, Roboam divide el reino. Aprenda del error de Roboam. Comprométase a buscar y seguir los consejos sabios.

Los principales sucesos en 1 Reyes son la muerte de David, el reinado de Salomón, la división del reino, y el ministerio de Elías. Cuando Salomón sube al trono, David lo exhorta a obedecer las leyes de Dios y a andar «en sus caminos» (2.3). Esto mismo hizo Salomón: cuando se le dio la oportunidad de escoger regalos provenientes de Dios, humildemente pidió discernimiento (3.9). Por tal motivo, el reinado de Salomón comienza con gran éxito, incluyendo la construcción del templo, su más grande logro. Desafortunadamente, Salomón tuvo muchas esposas y concubinas paganas que a la larga hicieron que su corazón se apartara del Señor y se acercara a sus dioses falsos (11.1-4).

Roboam sucede a Salomón y tiene la oportunidad de ser un rey justo, compasivo y sabio. Pero por el contrario, acepta el mal consejo de sus amigos jóvenes y trata de reinar con mano de hierro. Pero el pueblo se rebela, y el reino se divide en diez tribus al norte (Israel), gobernadas por Jeroboam, y sólo Judá y Benjamín permanecen con Roboam. Ambos reinos forjan una senda de reyes corruptos e idólatras en que sólo la voz clara de los profetas continuamente advierten a la nación que deben regresar a Dios.

Elías es con seguridad uno de los más grandes profetas que han existido, y los capítulos 17 al 22 ilustran su conflicto con los malvados Acab y Jezabel en Israel. En uno de los más dramáticos enfrentamientos en la historia, Elías derrota a los profetas de Baal en el Monte Carmelo. A pesar de una oposición increíble, Elías se pone de parte de Dios y prueba que uno más Dios es mayoría. Si Dios está de parte nuestra, nadie podrá estar en contra nuestra (Rom_8:31).

2DA. REYES

EL RÍO velozmente cae al mar en cascadas, resplandeciendo conforme choca contra las grandes piedras a lo largo de sus riberas. La corriente arrebata, empuja y arrastra hojas y troncos, llevándolos consigo en su recorrido. Acá y allá se ven deportistas en kayaks o canoas, llevados por la corriente. La gravedad arrastra el agua y esta arrastra lo demás... hacia abajo. De repente, un misil plateado rompe la superficie y se lanza río arriba, y luego otro. Sin pensar en la turbulenta oposición, los brillantes salmones nadan contra la corriente. Deben ir río arriba, y nada los detendrá para alcanzar su destino.

La corriente del río de la sociedad está fluyendo rápida y furiosamente, arrastrando hacia abajo todo a su paso. Sería fácil dejarse llevar por la corriente. Pero Dios nos pide que nademos en contra de ella. No será fácil, y quizá estemos solos, pero será lo correcto.

En el segundo libro de Reyes continuamos leyendo acerca de gobernadores malvados, idolatría difundida y populacho complaciente, que ciertamente arrastran hacia abajo. A pesar de la presión a dejarse llevar por la corriente, apartarse del Señor y servir sólo a uno mismo, una minoría de gente escogida se movía en la dirección opuesta, hacia Dios. Los profetas de Bet-el y otros lugares, así como dos reyes buenos hablaron la Palabra de Dios y tomaron partido por él. A medida que usted lee 2 Reyes observe a estos individuos valientes. Adquiera la fortaleza de Elías y Eliseo y el compromiso de Ezequías y Josías, ¡y determine ser uno que nada en contra de la corriente!

El segundo libro de Reyes continúa la historia de Israel, a mitad de camino entre la muerte de David y la muerte de la nación. Israel había sido dividido (1 Reyes 12), y ambos reinos habían comenzado a deslizarse hacia la idolatría y la corrupción para terminar en la caída y el cautiverio. El segundo libro de Reyes relata las sórdidas historias de los doce reyes del reino del norte (llamado Israel) y los dieciséis reyes del reino del sur (llamado Judá). Durante ciento treinta años, Israel resistió la sucesión de gobernantes malvados hasta que fueron conquistados por Salmanasar de Asiria y llevados en cautiverio en 722 a.C. (17.6). De todos los reyes, tanto en el norte como en el sur, sólo a dos -Ezequías y Josías- se les llamó «buenos». Debido a su obediencia a Dios y al avivamiento espiritual que hubo durante sus reinados, Judá quedó en pie durante ciento treinta y seis años adicionales hasta caer ante Nabucodonosor y los babilonios en 586 a.C.

A lo largo de este período oscuro, la Biblia menciona treinta profetas que proclamaron el mensaje de Dios al pueblo y a sus líderes. Los más notables de estos valientes hombres de Dios son Elías y Eliseo. Conforme Elías se acercaba al final de su ministerio terrenal, Eliseo pidió una doble porción del espíritu de su amado mentor (2.9). Muy poco tiempo después, Elías es llevado a los cielos en un torbellino (2.11), y Eliseo llega a ser el vocero de Dios para el reino del norte. La vida de Eliseo está llena de señales, proclamaciones, advertencias y milagros. Cuatro de los más memorables son los siguientes, el aceite que fluía (4.1-7), la curación del hijo de la sunamita (4.8-37), la curación de la lepra de Naamán (5.1-27), y el hacha que flotó (6.1-7).


Aun en medio de las terribles situaciones, Dios tendrá su minoría fiel, su remanente (19.31). él desea hombres y mujeres valientes que proclamen su verdad.