APARECE
la diapositiva, y nuestros ojos se enfocan en la imagen proyectada en la
pantalla dentro del oscuro santuario. «Este ídolo», explica el misionero, «está
hecho de piedra y es adorado diariamente. Los nativos creen que esto
garantizará buenas cosechas y niños sanos». Con sonrisas condescendientes,
pensamos en la ignorancia de ellos. ¿Cómo puede alguien adorar un objeto? ¡Los
ídolos son para los ingenuos y supersticiosos! Después de la presentación
regresamos a casa, a nuestros ídolos de riqueza, prestigio o realización
personal. Si colocamos cualquier cosa en el lugar de Dios, la estamos adorando,
a pesar de que nuestros labios profesen lo contrario.
Nuestra
experiencia se parece a la de Israel. Fue elegido por Dios para representarlo
en la tierra. Pero con demasiada frecuencia olvidó la verdad y su llamado,
tropezando ciegamente detrás de los ídolos como lo hacían sus naciones vecinas.
Entonces los profetas, sacerdotes y el juicio lo empujaría abruptamente para
que regresara a Dios, al único Dios verdadero. El segundo libro de Crónicas
relata esta sórdida historia de los reyes idólatras y corruptos de Judá. Aquí y
allá surge un rey bueno en Judá, y por un tiempo hay un avivamiento, pero la
espiral hacia abajo continúa, terminando en caos, destrucción y cautiverio.
El
cronista escribe este volumen para llevar a la nación de regreso a Dios al
recordarle su pasado. ¡Sólo al seguir a Dios prosperarán! Cuando lea 2 Crónicas
podrá tener una visión breve de la historia de Judá (la historia de Israel, el
reino del norte, se ignora virtualmente), y verá los trágicos resultados de la
idolatría. Aprenda las lecciones del pasado: determínese a deshacerse de
cualquier ídolo que haya en su vida y únicamente a adorar a Dios.
El
segundo libro de Crónicas continúa con la historia iniciada en 1 Crónicas. El
hijo de David, Salomón, toma posesión como rey. Salomón construye el grandioso
templo en Jerusalén, y así cumple el deseo de su padre y su última petición
(capítulos 2-5). Salomón disfruta paz en su reino y prosperidad por cuarenta
años, que lo hacen famoso a nivel mundial. Después de la muerte de Salomón, su
hijo Roboam asume el trono y por su inmadurez divide el reino.
En
Judá, hay algunos reyes buenos y muchos reyes malvados. El escritor de Crónicas
registra fielmente sus logros y sus fracasos, tomando nota de cómo cada rey se
eleva a la altura de los principios de Dios para tener éxito. Es claro que un
buen rey obedece las leyes de Dios, elimina los lugares de idolatría y no hace
alianzas con otras naciones. Entre los reyes buenos de Judá están Asa, Josafat,
Uzías (Asarías), Ezequías y Josías. De entre los muchos reyes malvados que
tuvo, Acaz y Manasés fueron quizá los peores. A la larga la nación es
conquistada y llevada cautiva, y el templo es destruido.
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