«¡LO
QUE esta iglesia necesita es...!» «No puedo creer lo que hacen nuestros
funcionarios del gobierno. ¡Si estuviera en su lugar, yo haría...!» «Nuestras
escuelas andan mal. ¡Alguien debería hacer algo!»
Es
fácil analizar, escudriñar, y hablar acerca de los problemas del mundo. Abundan
los criticones, los quejumbrosos, los que se han nombrado a sí mismos profetas
y «capitanes araña». Sin embargo, lo que en realidad necesitamos son personas
que no sólo discutan una situación, ¡sino que hagan algo al respecto!
Nehemías
vio un problema y se afligió. En vez de quejarse y revolcarse en la
autocompasión y en el sufrimiento, actuó. Nehemías sabía que Dios quería que
motivara a los judíos para que reconstruyeran los muros de Jerusalén, por lo
tanto dejó una posición de responsabilidad en el gobierno persa para hacer lo
que Dios quería. Nehemías sabía que Dios utilizaría sus talentos para conseguir
que se realizara el trabajo. Desde el momento que llegó a Jerusalén, todos
supieron quien era el jefe. Organizó, administró, supervisó, alentó, se
enfrentó a la oposición, confrontó la injusticia, y se mantuvo así hasta que se
construyeron los muros. Nehemías era un hombre de acción.
Al
comienzo de la historia, Nehemías estaba hablando con compañeros judíos. Estos
le informaban que los muros y las puertas de Jerusalén estaban deteriorados.
Eran noticias preocupantes, y la reconstrucción de aquellos muros se convirtió
en la carga de Nehemías. En el momento adecuado, Nehemías pidió al rey Artajerjes
permiso para ir a Jerusalén a reconstruir esos muros caídos. El rey aceptó.
Armado
de cartas del rey, Nehemías viajó a Jerusalén. Organizó al pueblo en grupos y
le asignó secciones específicas del muro (capítulo 3). Sin embargo, el proyecto
de construcción tuvo oposición. Sanbalat, Tobías y otros trataron de detener la
obra a través de insultos, ridiculizaciones, amenazas y sabotaje. Algunos de
los trabajadores tuvieron miedo, otros se hastiaron. En cada caso, Nehemías
empleó una estrategia para frustrar a sus enemigos: oración, aliento, guardas
de seguridad, consolidación (capítulo 4). Sin embargo surgió un problema
diferente: un problema interno. Los judíos ricos estaban aprovechándose del
compromiso solemne de sus trabajadores compatriotas. Al escuchar acerca de su
opresión y avaricia, Nehemías confrontó a los extorsionadores (capítulo 5).
Cuando casi estaban terminados los muros, Sanbalat, Tobías y compañía trataron
de detener por última vez a Nehemías. Sin embargo este se mantuvo firme, y el
muro se terminó en sólo cincuenta y dos días. Cuán grandioso monumento al amor
y la fidelidad de Dios. Tanto los amigos como los enemigos supieron que Dios
había ayudado (capítulo 6).
Después
de construir los muros, Nehemías continuó organizando al pueblo, realizó un
censo y nombró guardias de las puertas, levitas y a otros funcionarios
(capítulo 7). Esdras guió a la nación en la alabanza y en la instrucción
bíblica (capítulos 8, 9). Esto llevó a una reafirmación de fe y a un
avivamiento religioso en donde el pueblo prometió servir con fidelidad a Dios
(capítulos 10, 11).
Nehemías
finaliza con una lista de los clanes y sus líderes, con la dedicación de un
nuevo muro en Jerusalén y la purgación del pecado del país (capítulos 12, 13).
Cuando lea este libro, observe a Nehemías en acción, y determine ser una
persona de la cual Dios puede depender para actuar por él en el mundo.
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