«CORREDORES
a sus marcas», grita el encargado de dar la orden de partida y la multitud
vuelca su silenciosa atención en los atletas que caminan hacia la línea.
«Listos»... ahora en posición, músculos tensos, esperando nerviosamente al
sonido de la pistola. ¡Resuena! Y se inicia la carrera. En cualquier certamen,
el comienzo es importante, pero el final lo es aún más. A menudo el corredor
que va al frente perderá fuerza y se quedará rezagado. Y ahí tenemos la
tragedia del abridor brillante que mantiene el paso por un tiempo, pero que ni
siquiera llega al final. Renuncia a la carrera, destruido, exhausto o herido.
Primero
de Samuel es un libro de grandes comienzos... y finales trágicos. Comienza con
el sumo sacerdocio de Elí durante el tiempo de los jueces. Como líder
religioso, Elí sin duda debió haber comenzado su vida en estrecha relación con
Dios. En su diálogo con Ana y en la preparación de su hijo Samuel, Elí demostró
un claro entendimiento de los propósitos y el llamamiento de Dios (capítulos 1,
3). Pero su vida terminó en la ignominia cuando Dios juzgó a sus sacrílegos
hijos y el arca sagrada del pacto cayó en manos enemigas (capítulo 4). La
muerte de Elí marcó la decadencia de la influencia del sacerdocio y el
surgimiento de los profetas en Israel.
Ana
dedicó a su hijo Samuel al servicio de Dios. Llegó a ser uno de los más grandes
profetas de Israel. Era un hombre de oración que terminó la obra de los jueces,
comenzó la escuela de los profetas y ungió a los primeros reyes de Israel. Pero
incluso Samuel no era inmune a terminar mal. Como la familia de Elí, los hijos
de Samuel se apartaron de Dios; aceptaban sobornos y pervertían la justicia. El
pueblo rechazó el liderazgo de los jueces y sacerdotes y clamaron por un rey
«como tienen todas las naciones» (8.5).
Saúl
también tuvo una buena arrancada. De porte impresionante, este hombre guapo
(9.2) y humilde (9.21; 10.22) fue el elegido de Dios para que fuera el primer
rey de Israel (10.24). El comienzo de su reinado estuvo marcado por liderazgo
(capítulo 11) y valentía (14.46-48). Pero desobedeció a Dios (capítulo 15), se
volvió celoso y paranoico (capítulos 18, 19) y finalmente Dios le quitó su
reino (capítulo 16). La vida de Saúl continuó en marcada decadencia.
Obsesionado con matar a David (capítulo 20-30), consultó a una médium (capítulo
28) y por último se suicidó (capítulo 31).
En
medio de los sucesos de la vida de Saúl, aparece otro gran corredor: David. Un
hombre que seguía a Dios (13.14; 16.7), David ministró a Saúl (capítulo 16),
mató a Goliat (capítulo 17) y se convirtió en un gran guerrero. Sin embargo,
debemos esperar hasta el libro de 2 Samuel para ver cómo terminó su carrera.
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