martes, 9 de enero de 2018

2DA. REYES

EL RÍO velozmente cae al mar en cascadas, resplandeciendo conforme choca contra las grandes piedras a lo largo de sus riberas. La corriente arrebata, empuja y arrastra hojas y troncos, llevándolos consigo en su recorrido. Acá y allá se ven deportistas en kayaks o canoas, llevados por la corriente. La gravedad arrastra el agua y esta arrastra lo demás... hacia abajo. De repente, un misil plateado rompe la superficie y se lanza río arriba, y luego otro. Sin pensar en la turbulenta oposición, los brillantes salmones nadan contra la corriente. Deben ir río arriba, y nada los detendrá para alcanzar su destino.

La corriente del río de la sociedad está fluyendo rápida y furiosamente, arrastrando hacia abajo todo a su paso. Sería fácil dejarse llevar por la corriente. Pero Dios nos pide que nademos en contra de ella. No será fácil, y quizá estemos solos, pero será lo correcto.

En el segundo libro de Reyes continuamos leyendo acerca de gobernadores malvados, idolatría difundida y populacho complaciente, que ciertamente arrastran hacia abajo. A pesar de la presión a dejarse llevar por la corriente, apartarse del Señor y servir sólo a uno mismo, una minoría de gente escogida se movía en la dirección opuesta, hacia Dios. Los profetas de Bet-el y otros lugares, así como dos reyes buenos hablaron la Palabra de Dios y tomaron partido por él. A medida que usted lee 2 Reyes observe a estos individuos valientes. Adquiera la fortaleza de Elías y Eliseo y el compromiso de Ezequías y Josías, ¡y determine ser uno que nada en contra de la corriente!

El segundo libro de Reyes continúa la historia de Israel, a mitad de camino entre la muerte de David y la muerte de la nación. Israel había sido dividido (1 Reyes 12), y ambos reinos habían comenzado a deslizarse hacia la idolatría y la corrupción para terminar en la caída y el cautiverio. El segundo libro de Reyes relata las sórdidas historias de los doce reyes del reino del norte (llamado Israel) y los dieciséis reyes del reino del sur (llamado Judá). Durante ciento treinta años, Israel resistió la sucesión de gobernantes malvados hasta que fueron conquistados por Salmanasar de Asiria y llevados en cautiverio en 722 a.C. (17.6). De todos los reyes, tanto en el norte como en el sur, sólo a dos -Ezequías y Josías- se les llamó «buenos». Debido a su obediencia a Dios y al avivamiento espiritual que hubo durante sus reinados, Judá quedó en pie durante ciento treinta y seis años adicionales hasta caer ante Nabucodonosor y los babilonios en 586 a.C.

A lo largo de este período oscuro, la Biblia menciona treinta profetas que proclamaron el mensaje de Dios al pueblo y a sus líderes. Los más notables de estos valientes hombres de Dios son Elías y Eliseo. Conforme Elías se acercaba al final de su ministerio terrenal, Eliseo pidió una doble porción del espíritu de su amado mentor (2.9). Muy poco tiempo después, Elías es llevado a los cielos en un torbellino (2.11), y Eliseo llega a ser el vocero de Dios para el reino del norte. La vida de Eliseo está llena de señales, proclamaciones, advertencias y milagros. Cuatro de los más memorables son los siguientes, el aceite que fluía (4.1-7), la curación del hijo de la sunamita (4.8-37), la curación de la lepra de Naamán (5.1-27), y el hacha que flotó (6.1-7).


Aun en medio de las terribles situaciones, Dios tendrá su minoría fiel, su remanente (19.31). él desea hombres y mujeres valientes que proclamen su verdad.

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