EL
RÍO velozmente cae al mar en cascadas, resplandeciendo conforme choca contra
las grandes piedras a lo largo de sus riberas. La corriente arrebata, empuja y
arrastra hojas y troncos, llevándolos consigo en su recorrido. Acá y allá se
ven deportistas en kayaks o canoas, llevados por la corriente. La gravedad
arrastra el agua y esta arrastra lo demás... hacia abajo. De repente, un misil
plateado rompe la superficie y se lanza río arriba, y luego otro. Sin pensar en
la turbulenta oposición, los brillantes salmones nadan contra la corriente.
Deben ir río arriba, y nada los detendrá para alcanzar su destino.
La
corriente del río de la sociedad está fluyendo rápida y furiosamente,
arrastrando hacia abajo todo a su paso. Sería fácil dejarse llevar por la
corriente. Pero Dios nos pide que nademos en contra de ella. No será fácil, y
quizá estemos solos, pero será lo correcto.
En
el segundo libro de Reyes continuamos leyendo acerca de gobernadores malvados,
idolatría difundida y populacho complaciente, que ciertamente arrastran hacia
abajo. A pesar de la presión a dejarse llevar por la corriente, apartarse del
Señor y servir sólo a uno mismo, una minoría de gente escogida se movía en la
dirección opuesta, hacia Dios. Los profetas de Bet-el y otros lugares, así como
dos reyes buenos hablaron la Palabra de Dios y tomaron partido por él. A medida
que usted lee 2 Reyes observe a estos individuos valientes. Adquiera la
fortaleza de Elías y Eliseo y el compromiso de Ezequías y Josías, ¡y determine
ser uno que nada en contra de la corriente!
El
segundo libro de Reyes continúa la historia de Israel, a mitad de camino entre
la muerte de David y la muerte de la nación. Israel había sido dividido (1
Reyes 12), y ambos reinos habían comenzado a deslizarse hacia la idolatría y la
corrupción para terminar en la caída y el cautiverio. El segundo libro de Reyes
relata las sórdidas historias de los doce reyes del reino del norte (llamado
Israel) y los dieciséis reyes del reino del sur (llamado Judá). Durante ciento
treinta años, Israel resistió la sucesión de gobernantes malvados hasta que
fueron conquistados por Salmanasar de Asiria y llevados en cautiverio en 722
a.C. (17.6). De todos los reyes, tanto en el norte como en el sur, sólo a dos
-Ezequías y Josías- se les llamó «buenos». Debido a su obediencia a Dios y al
avivamiento espiritual que hubo durante sus reinados, Judá quedó en pie durante
ciento treinta y seis años adicionales hasta caer ante Nabucodonosor y los
babilonios en 586 a.C.
A
lo largo de este período oscuro, la Biblia menciona treinta profetas que
proclamaron el mensaje de Dios al pueblo y a sus líderes. Los más notables de
estos valientes hombres de Dios son Elías y Eliseo. Conforme Elías se acercaba
al final de su ministerio terrenal, Eliseo pidió una doble porción del espíritu
de su amado mentor (2.9). Muy poco tiempo después, Elías es llevado a los
cielos en un torbellino (2.11), y Eliseo llega a ser el vocero de Dios para el
reino del norte. La vida de Eliseo está llena de señales, proclamaciones,
advertencias y milagros. Cuatro de los más memorables son los siguientes, el
aceite que fluía (4.1-7), la curación del hijo de la sunamita (4.8-37), la
curación de la lepra de Naamán (5.1-27), y el hacha que flotó (6.1-7).
Aun
en medio de las terribles situaciones, Dios tendrá su minoría fiel, su
remanente (19.31). él desea hombres y mujeres valientes que proclamen su
verdad.
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