LA
NIÑA entra al cuarto con un vestido largo y de muchos vuelos que se arrastra
bastante por detrás de sus zapatos de tacones altos. El sombrero de ala ancha
descansa precariamente sobre su cabeza, un poco inclinado hacia la derecha, y
el largo collar se balancea como un péndulo mientras camina. Siguiéndola de
cerca está el «hombre». Sus uñas apenas se asoman por las mangas del saco, que
ya han sido arremangadas unos quince centímetros. Arrastrando sus pies en botas
que duplican su tamaño, da pasos inseguros que contrastan con su sonrisa
confiada. Niños jugando, disfrazándose. Ellos copian a mamá y papá, a quienes
han visto vestir y caminar. Modelos... todos los tenemos... gente a la que
imitamos, personas que son nuestros ideales. Tal vez, de manera inconsciente
copiamos sus acciones y adoptamos sus ideas.
Entre
todos los modelos bíblicos de personas mencionadas en la Biblia, probablemente
no hay nadie que se destaque más que el rey David. Nacido entre Abraham y
Jesús, llega a ser el líder de Dios para todo Israel y el antecesor del Mesías.
David es un varón conforme al corazón de Dios (1Sa_13:14).
¿Cuáles eran las cualidades personales que poseía David que agradaron a Dios?
El
segundo libro de Samuel nos narra la historia de David. En la medida que lea,
usted se llenará de entusiasmo cuando es coronado rey de Judá, y más tarde rey
sobre todo Israel (1Sa_5:1-5). Adorará
a Dios cuando traiga el arca del pacto de regreso al tabernáculo (1Sa_6:1-23) y se regocijará cuando guíe sus
ejércitos a la victoria sobre todos sus enemigos, y complete así la conquista
de la tierra prometida comenzada por Josué (8-10). David fue un hombre que
realizó grandes obras.
Pero
David era humano, y tuvo momentos oscuros cuando tropezó, y cayó en el pecado.
El registro de lujuria, adulterio y asesinato no es fácil de leer (11-13), y
nos revela que hasta los grandes personajes que trataron de seguir a Dios son
susceptibles a la tentación y al pecado.
La
santidad no garantiza una vida fácil y despreocupada. David tuvo problemas
familiares, su propio hijo incitó a la nación entera a la rebelión, y se coronó
a sí mismo rey (14.1-18.33). Además la grandeza puede traer consigo la
soberbia, como lo vemos en el pecado de David cuando mandó realizar un censo para
poder vanagloriarse del poder de su nación (24.1-25). Pero la historia de este
héroe caído no termina en tragedia. Por medio del arrepentimiento, fueron
restauradas su relación y paz con Dios, pero tuvo que enfrentarse a las
consecuencias de los pecados que cometió (12-20). Estas consecuencias se
quedaron con él durante el resto de su vida como recordatorio de sus actos
pecaminosos, y de su necesidad de Dios.
Cuando
lea 2 Samuel, busque las características divinas de David: su fidelidad,
paciencia, valor, generosidad, compromiso, honestidad, así como otras
características que honran a Dios como la modestia y el arrepentimiento.
Podemos aprender grandes lecciones a través de sus pecados y de su
arrepentimiento. Usted, como David, puede llegar a ser una persona conforme al
mismo corazón de Dios.
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